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Cómo llegar a M’Hamid el Ghizlane

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Nos gusta Marruecos, es nuestro pequeño paraíso cercano. La última vez que lo visitamos fue para conocer M’Hamid y adentrarnos en la zona de Erg Chigaga, en el desierto del Sahara.

Llegar a M’Hamid es cuestión de paciencia. Si no la tenéis, lo mejor es contratar una excursión al desierto con algún intermediario.

Si se dispone de tiempo y paciencia, se puede llegar a M’Hamid desde dos grandes ciudades, Marrakech y Ouarzazate, en un autobús de línea regular. Nosotros lo hicimos desde esta última.

Calles de Ouarzazate, Marruecos

Calles de Ouarzazate, Marruecos

Ouarzazate, vida callejera en Marruecos

Ouarzazate, vida callejera en Marruecos

Los más positivos o aventureros con kilos de paciencia pueden acercarse a la estación de autobuses y probar suerte, aunque puede que os anulen el viaje a una hora vista…

Entonces no te quedará otra que acercarte a una estación de CTM o Supratours donde, con un poco de fortuna, tendrán plazas libres. Los horarios son meramente informativos, siempre suelen retrasarse.

Si lográis hacer esto sin que os vendan un paquete organizado ya sois vencedores porque son muchos los que te asaltan para venderte la excursión al desierto.

La hospitalidad marroquí te sorprende en cualquier rincón. Tomar unos refrescos y que te terminen invitando a comer es cuestión de afinidad. Compartir mesa es una de las mejores formas de integrarse y conocer las costumbres y, si todos comemos del mismo plato, mucho mejor. Mientras, nos dan una pequeña lección de marroquí.

Ya en el bus de Ouarzazate a M’Hamid, la carretera es sinuosa y vamos haciendo paradas cada hora.

Mercado local en Ouarzazate, Marruecos

Mercado local en Ouarzazate, Marruecos

Ouarzazate, Marruecos

Ouarzazate, Marruecos

Llegamos a M’Hamid a las 23:00h. El pueblo duerme y todo está cerrado. Sólo algunos buscavidas vivarachos nos dan la bienvenida con sus promesas y cantos de sirena… Uno se deja conquistar. Qué remedio, si no quieres dormir al raso.

Mientras tomamos té en una pequeña guest house con su encargado al que hemos despertado, no pueden dejar de hablar de negocios y tanteamos precios de excursiones al desierto.

Mañana decidiremos, ya que, cómo dice nuestro amigo Ali: — “Para hacer una cosa, hay que pensarla dos veces” —.


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